| martes, 24 de julio de 2007 | 16:34


ME FALTA EL ALIENTO

Verán. Yo pertenezco a la generación de Mazinger Z, es decir, que la generación actual, la Manga, no puede entender todo el asombro y la admiración que me produce ver en Nürburgring una bandera asturiana en el podio o las diabluras de Fernando Alonso a trescientos kilómetros por hora. Esto es debido a una simple cuestión de perspectiva. Mi generación, la de Heidi, la de Orzowei, la de Los Cinco, tuvo una educación sentimental en todo cuanto se refiere al deporte marcada por la irregularidad, el miedo escénico, la falta de empaque en las grandes citas internacionales y la inexorabilidad del Ohhh de decepción –cuando no del recuerdo caníbal de todo el árbol genealógico del contrincante, el árbitro o nuestro inefable representante- cuando nos eliminaban en cualquier especialidad por tropecienta vez. No hace tanto, la única forma de bebernos el Möet-Chandon en lo alto de un podio era ir a comprarlo antes al Carrefour y buscar la escalinata de alguna iglesia, y cualquier medalla de bronce era celebrada in secula seculorum con estelas de mármol y narrada a la tribu alrededor de la hoguera como un hecho mitológico. Durante la generación de la abeja Maya, los deportistas españoles laureados eran como los escritores rusos del XIX, fenómenos intensos pero extraordinarios, que no lograban formar una civilización, un espíritu orgánico, y cuyo brote era de imposible pronóstico. Seve, Induráin, la selección de baloncesto en la Olimpiada de Los Ángeles… las prodigiosas parábolas de aquel chico de Santander mientras nos intentaban explicar lo que era un par cuatro (yo sigo sin saberlo), los gritos de ánimo a nuestro particular extraterrestre navarro durante la contrarreloj de Luxemburgo, aquellas emocionantes madrugadas de verano viendo a Epi y compañía… En fin, qué les voy a contar que ustedes no hayan vivido. Pero, he aquí que, de repente, se cruza un Rubicón inesperado en Barcelona 92 y aparece esta generación de la consola, o la del puñetazo en la mesa, o la de la quema de clichés y la disipación de dudas. Estos chavales han puesto el contador de la historia a cero, han embridado la aleatoriedad que acompaña siempre a todo deporte y se dedican a ejecutar sumarísimamente el tenis, el ciclismo, la Fórmula 1, el baloncesto… Alonso, Sergio García, Pedrosa, Contador, Rafa Nadal, Gasol… nos proporcionan lo que durante tanto tiempo ha necesitado el deporte español y, de paso, han cubierto una de las necesidades básicas de toda sociedad, en este caso particular, la española: héroes. Héroes que nos hablan de la lucha para conseguir objetivos, del trabajo en grupo o de la autoexigencia máxima; de coronar cimas, de sudar la camiseta, de dejarse el pellejo en cada matchball, vuelta, puerto o tiro libre. Nos cuentan que se acabaron los complejos, que ya no somos diferentes y que nos ponemos el mundo por montera, que ya no nos da vergüenza tararear el himno aunque no tengamos letra y que se vayan preparando, que les va a caer una buena. Y a nosotros se nos disparan las pulsaciones y los audímetros, y que llueva sobre Alemania, lo que quiera llover, que más llueve en Asturias, porque a la generación de los Campus Party y los festivales de música no le va a temblar el volante, ni se va a salir en una curva, ni le va a poder la presión, ni se va a cortar en un adelantamiento, ni le va a faltar el aliento para que nosotros lo perdamos mientras vociferamos con los brazos en alto en esa última recta hacia el futuro.

1 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

¡Qué buenas historias las de los cinco!, ahí empezaron mis suspensos mientras corría a la biblioteca de la escuela con mi carnet en la hora del recreo para cambiar los dos libros que había leído por otros dos. En mi casa hasta mi madre los leía.
Y de Mazzinger z, qué vamos a decir con sus puños fuera, era increíble. O de Heidi, cuyos capítulos veré hasta la saciedad y me siguen sorprendiendo. O la traviesa y dulce abeja Maya, con Willie el perezoso y el amigo saltamontes...
Y en cuanto al deporte, pues eso, que no había podio, o muy pocos, contados.
Y de repente todos nuestros deportistas están ahí. Para recordarnos que lo bueno sólo se consigue a fuerza de lucha diaria. A fuerza de superarse a uno mismo,e ir más allá de lo que se puede conseguir.
¡Que buena lección! Lo importante lleva su lucha,se mantiene en el tiempo porque tiene una base detrás.
¡Que sensación ver a un asturiano en primera línea! Ver el ascenso día a día sin bajar la guardia con todas esas filigranas de un campeón.
¡Que buenos momentos vividos y los que quedan por vivir!
Que bueno recordar que los sueños a veces se logran,porque eso da alas, tanto a quienes tienen uno, como a quienes nunca lo tuvieron. La vida es un podio, vayámos a más.