| sábado, 29 de marzo de 2008 | 16:13


BLANCO Y EN BOTELLA
Vale, de acuerdo totalmente con Levy Strauss y lo que nos contaba en Tristes Trópicos, sobre que ninguna sociedad es perfecta y todas conllevan por naturaleza una pureza incompatible con las normas que proclaman, traduciéndose concretamente en una dosis de injusticia, insensibilidad y crueldad, pero entre eso y la represión de las fuerzas ¿comunistas? en el Tíbet media un abismo. Sinceramente: no sé a qué esperan para boicotear aunque sea un poquito los dichosos Juegos Olímpicos de Pekín, porque la culpa sólo se crea con la acusación. Permitir que se realicen como si nada hubiera ocurrido es una derrota moral para Occidente, de sus valores y sus principios.
Es obvio que los dirigentes chinos tiene más peligro que un creacionista en una clase de párvulos, y que ni siquiera embutidos en el famoso bañador LZR Racer de Speedo, ése con el que se han batido ya 13 récords mundiales en las piscinas, podrían pasar por el ojo de la aguja de un chequeo democrático. Echemos cuentas: no les gusta Youtube, no les gusta Wikipedia, no les gustan los blogueros, no les gustan los mapas on-line, no les gusta Taiwan, no les gusta que en Europa se reciba al Dalai-Lama… O sea, lo dicho: blanco y en botella. Que les apuntemos con el dedito denunciando el cañón del Colorado que han abierto en la legalidad internacional o lo oprimidos que tienen a los monjes calvos de Lhasa probablemente no va a cambiar un ápice su política allí, porque saben que son 1500 millones de clientes potenciales para cualquier país del mundo, con un tejido de intereses comerciales densísimo, y como nos pongamos chulos a lo mejor nos cortan el grifo. También están al tanto de que no se hará demasiado porque si hubiese que anular un evento deportivo debido a que el país anfitrión no respeta los derechos humanos o tiene un déficit de democracia, nos quedaríamos únicamente con los campeonatos mundiales de petanca. Y por supuesto, cuentan con que están construyendo no una nación, sino un nuevo imperio que se mueve implacablemente por África y Sudamérica en busca de las materias primas y el crudo necesario con que comprar el lobby de políticos occidentales imprescindible para correr un tupido velo sobre cómo conculcan a diario las libertades y derechos fundamentales, y para vender los ríos de leche y miel que brotan en su país. Pero como soy un romántico trasnochado, me quejo. Por que sí, por orgullo, porque el orgullo salva más vidas que la esperanza, y como decía Mallory con indolente prepotencia cuando le preguntaban acerca de su obsesión por escalar el Everest: porque está ahí.
El COI debería de tener más el ojo puesto en la Constitución y menos en la cartera, que para eso son los Juegos Olímpicos, y en su espíritu -que fallidamente intentó recuperar el barón de Coubertin-, se halla la cohesión de los pueblos, hasta el punto de detener conflictos guerreros, y no el negocio colosal en que se han convertido. La llama olímpica podrá ir desde el templo de Hera, en Olimpia, hasta la capital del imperio del centro, pasando por el caro Everest de Mallory, en un viaje de 130 días y 137.000 kilómetros, mediante una cadena de 645 relevistas. Sin embargo, en toda cadena siempre hay un eslabón débil, y nuestro deber es encontrarlo, y si no lo podemos romper, denunciarlo. Por que sí, porque está ahí. Y nos molesta.