El escritor raro

| miércoles, 31 de marzo de 2010 | 9:35


Siempre he sido un escritor atípico. He hecho pesas desde muy joven; he nadado, corrido y jugado al baloncesto lo que he podido, y a día de hoy, practico una macedonia de carreras y mancuernas. Nunca he creído en el cliché del escritor que abomina del sudor o que se conserva en alcohol o psicotrópicos. El malditismo me ha parecido invariablemente una estupidez.

Mi cabeza funciona mejor y más rápido cuando siento mi sangre anegada por las endorfinas producidas en un esfuerzo muscular, mis textos son más limpios cuando no chirría mi espalda debido al oxidamiento de la maquinaria, mis argumentaciones ganan profundidad cuando no me pesan las lorzas de la inactividad. Ya les digo: siempre he sido un escritor raro. Me gusta cuidar las comidas, tomar batidos de proteínas y suplementos vitamínicos, evitar los alimentos industriales, y mi ego se remonta cuando compruebo en la báscula que los kilos no aumentan al mismo ritmo que las velas de mis cumpleaños.
La gula, la desidia, lo sedentario, el desaliento no va conmigo, porque lo que mejora mi estilo no son sólo la lectura y el oficio que ejerzo a diario, sino el hecho de no buscar excusas para dejar de ir cada día al gimnasio, sacar a correr al samoyedo de un amigo, jugar mi partidito de baloncesto los sábados por la mañana, o echar unos largos en la piscina. Mis fotos de solapa están mejor sin papada y sin barriga. Las ideas fluyen con premura tras la enorme satisfacción que aguarda después de la ducha y el cansancio muscular.
Cuando aprieto el paso por El Retiro o las paso canutas en la última serie del press de banca me encuentro conmigo mismo, con mi cuerpo y mi mente retándose, batallando, haciéndole un pulso mental al gordo que no estoy dispuesto a ser. No dejaré de explorar en mi vida, y si el final de toda exploración es llegar al lugar del que partes y conocerlo por primera vez, en ese viaje a la semilla que decía alguien alguna vez, yo quiero estar sano como una lechuga o manzana o roble y que la muerte, después de toda una vida escondiéndome de ella tras el arte, el vino y el amor, pueda utilizar todos y cada uno de mis órganos para darle a otra persona un escudo temporal contra su condición efímera.
Considero que la mejor muerte es la que me pille, como decía Montaigne, con el culo pegado a la silla del caballo. Y les aseguro que mis 25.000 genes me han dado su aprobación en un congreso a la búlgara.

19 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Está claro que no hay mayor deporte que la vida, y quienes de niños tuvimos el afán de llegar el primero a la meta, y llegamos a fuerza de tesón y sacrificio estamos más preparados para hacer de la superación personal un deporte. En todo buscamos superación, incluso en lo más imposible. Y sobre todo en lo más imposible, contagiar en el otro nuestro propio impulso vital. Algo tan difícil; el deporte más cansino de todos.
A veces no hay más remedio que llegar el primero a la meta y esperar desde allí a quienes vengan detrás, eso si quieren molestarse en coger el paso.

Dar dijo...

¿Quieres añadir un grano de arena a MI depresión?
;-))))))

Tineo dijo...

Será por eso por lo que leo tus escritos?
No sé porqué pero si confirmo que mis escritores españoles preferidos son malditos en el sentido que describes, no en el usual tipo Rimbaud.
Y, es que se asociaba vida disoluta con creatividad....confundiendo causa y efecto.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Dar, si tú estás muy bien, mujer.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Tineo, hay que acabar ya con ciertos lugares comunes. Que tú escribas bien o pintes bien o cantes bien no tiene nada que ver con tu estilo de vida. Lo haces a pesar de...

Dar dijo...

Pero estos dos libros me están matando...cuento semanas para terminarlos (que se aburran mis colegas y lectores ;-) y para caminar por las avenidas anchas de Berlín hacia los nuevos descubrimientos (para el bien de la humanidad y de mi deteriorada condición física ;-).

IGNACIO DEL VALLE dijo...

A mí casi me liquida el mío, ya sabes. Caminaremos por las anchas avenidas de Berlín, recorreremos la selva negra, nos tomaremos una birrita en una de las torres de Neuschwanstein...

Dar dijo...

Jawohl!

Frank Invernoz dijo...

Por fin encuentro una columna que leo entera en el diario La Voz de Avilés, del grupo Vocento. Tengo 60 años, estoy prejubilado, y he vuelto a correr, no al ritmo de cuando lo hacía en mi juventud. Salgo a correr por los parques, por las calles y se me refresca la mente para escribir, aunque soy un simple aficionado. Ha sido una satisfacción encontrarme con una historia que me llega al alma, que me colma como lector de las alicaídas páginas actuales de los medios informativos convencionales. Muchas gracias.

Rodericus dijo...

Nadie mejór que tú para saber que la definición "raro-rara" no es homologable. Lo de estimulár tús endorfinas con el ejercicio fisico me parece normál, cada cuál buscamos llegár a nuestros limites para conocerlos.
Y en cuanto al estereotipo del escritór "maldito", me parece eso, un estereotipo. Tengo muchos ejemplos de autores que dejaron obras intemporales sin recurrir por sistema al alcohól, las drogas o la mala vida. Hay algúnos ejemplos de escritores que llevaron una vida marginál al limite, ¿pero que existió previamente, el buén literato ó el depravado ?. A sabér.

Ilsa dijo...

Cada uno tiene su forma de vivir, su estilo de vida que le hace sentirse bien .Para comprender mejor la vida hay que observarla con los cinco sentidos, pero no sólo mirarla sino vivirla y si haciendo deporte, escribiendo,escuchando música, haciendo fotos...nos sentimos bien y nos estimula para lograr lo que queremos ,me parece estupendo.En esta vida suelen etiquetar a la gente dependiendo de a que se dediquen, y la mayoría de las veces ,es un error. No eres tan raro...Nabokov creo que fue portero de fútbol, al igual que Albert Camus.Y si miráramos la vida de muchos actores, escritores, deportistas...y de gente corriente nos sorprenderíamos.
un saludo.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

El artículo surge del hastío de los modelos obsoletos y rancios que hay en el oficio, y que, para mi pasmo, todavía hay personal que se los cree. La gente que está empezando ha de ver modelos que no sean pastagafas y comprobar que la creación no pasa necesariamente por el dolor, sino por el esfuerzo, por el trabajo, por la constancia.

Begoña Argallo dijo...

Estoy convencida que cada uno de esos escritores atormentados son atormentados que además escriben. Lo uno es independiente de lo otro.
Si fuesen barrenderos, ingenieros o domadores de leones pongamos por caso lo mismo: atormentados que ademas de serlo tienen oficio.

Dar dijo...

He pensado un poco en el tema de los prototipos del escritor:
La verdad es que el prototipo decimonónico y finisecular del escritor/pintor/músico no era un señor gordo y flácido, sino más bien un tipo flaco y atormentado al borde de la muerte por tuberculosis/alcoholismo/inanición/consumo de opio/o-todo-eso-a-la-vez: Kafka, Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Modigliani.
Mientras al novelista prototípico se le permitía alcanzar una edad avanzada y ejercer de profeta barbudo de los valores de la moderación, los poetas mejor deberían morir antes de los 30 para consagrarse :-)
Luego estaban los oficiales rusos como Lermontov o Pushkin, un tipo romántico par excellence, jinetes y duelistas en buena forma física y bien guapos, pero en cuanto a la disciplina y al control de sus pasiones y aficiones...(en este grupo podrían incluirse también no rusos, como Byron, Shelley, Chopin)
Luego siempre ha habido vividores tipo Alexandre Dumas, hombres públicos engagés como Hugo o Galdós, ascetas como Valle Inclán y Tolstoy etc.
Lo del escritor descuidado no necesariamente tiene que ver con la imagen romántica del XIX. Me parece que es una mutación que se produce con el triunfo de la informalidad en el siglo XX y que contiene cierta protesta contra la popocultura cada vez más centrada en la imagen y en la salud basada en el ejercicio (que no trabajo) físico. Seguramente esta "rebelión de la dejadez" sea igual de exagerada (y puede que ridícula)que el prototipo del poeta medio loco y muerto de hambre a los 25, que servía de contrapunto a la cultura burguesa decimonónica y finisecular que ensalzaba la vida ordenada y una imagen de salud "bienalimentada" y "acomodada".
En cuanto a las opciones individuales, sería triste que fueran precisamente las mentes críticas quienes se apuntaran a la uniformidad cual un rebaño de ovejas, sea la uniformidad conformista con la cultura hegemónica o la contracultural. Porque ¿hasta qué punto se puede ir contracorriente en un rebaño gafapasta?. ¿No son los que ven en su dejadez una forma de protesta igual de "dictadores de la imagen" al criticar a los que mantienen otro estilo de vida, sea el dandy excéntrico, el/la deportista o el señor formalito pequeñoburgués con pinta de funcionario de la Hacienda(que también ha habido escritores excelentes así)?
De cualquier modo, está claro que el cerebro funciona mejor cuando el cuerpo está ligeramente menos alimentado de lo debido. En cuanto al uso de las sustancias, siempre me ha parecido que mientras pueden alimentar un estilo de pintura o de poesía, son a largo plazo difícilmente compatibles con una buena novela. Pero eso puede que sea una opinión sesgada o imposible de generalizar.

IGNACIO DEL VALLE dijo...

En fin, lo dicho, mi sistema pasa por una forma de vida burguesa ilustrada bien alimentada y bebida para escribir bien. De hecho, hace años que clamo por el Día Mundial del Orgullo Pequeñoburgués :)

Dar dijo...

Por una parte, soy una pequeñoburguesa sin remedio, y a a mucha honra en cuanto a la ética de trabajo y otros valores pequeñoburgueses dignos de recuperar. Por otra parte, admiro a los hommes de lettres dieciochescos (ilustrados), que disfrutaban de todo con ganas y moderación, comida, bebida, actividad física, sexo, conversación y lectura...y su única exageración era la filosofía, es decir, sus fascinantes ideas políticas que cambiaron el mundo...salvo las pelucas empolvadas, ¡qué tíos!

Rodericus dijo...

Dar, Valle Inclán no era ningún asceta. Un tipo que pierde un brazo en un duelo no puede serlo, más bién diria yo que era algo bohemio.
Saludos.

Begoña Argallo dijo...

En cuanto al uso de sustancias en la creación dudo que beneficie, en todo caso siempre terminan ganándole el pulso a la razón y autodestruyendo. El deterioro mental es tremendo, y los cambios de humor imprevisibles bombas de relojería en casos severos.
Personalmente odio todo cuanto altere la percepción, la razón o los sentimientos. Y no me gusta la gente que anda por la vida con el ánimo de prestado. No creo en ese mito, en todo caso el arte cuando es innato brilla pese al veneno entremezclado por el flujo sanguíneo.
Horacio Quiroga aconseja no escribir bajo el imperio de una emoción y suelo hacer justo lo contrario, lo mío es claramente un exorcismo del espíritu. Un vomitar sobre el papel las indigestiones del alma.

Dar dijo...

Gracias por la corrección, rodericus.