En ausencia de Dios

| viernes, 7 de septiembre de 2012 | 9:23


“El poder del perro“, la novela de Don Winslow, no es una obra maestra por lo mismo que la selección de baloncesto hispana no ganó a los yanquis en la final olímpica de Londres: “por el pelo de un gochu“. Esta gran tragedia méxico-americana es arrebatadora, adictiva, durísima, hermosa. Y sangrienta, sobre todo sangrienta, tanto que los hemoglobínicos protagonistas de “True blood” o “Amanecer” se hubieran instalado en ella como en un resort de Puerto Vallarta. Miren que yo escribo de vez en cuando escenas violentas, pero después de leer algunas de las que salen en esta novela -le he cogido manía a las motosierras-, me declaro un habitante de los mundos de Bob Esponja. Eran 720 páginas las que me metí entre pecho y espalda, pero podían haber sido otras tantas y no me hubiera despeinado. Creo que es lo mejor que se puede decir de un libro. Winslow cuenta la guerra sin cuartel contra las drogas que se libra en México y Estados Unidos, con conexiones vasculares en medio mundo, y cuyos tentáculos se extienden como las células inmortales de un cáncer por todo el tejido social y político de los países. Mediante giros y más giros inesperados -algunos nudos están resueltos de una manera soberbia-, la novela avanza desde 1970 hasta nuestros días sin que haya un solo santo a quien ponerle una vela: la Guerra Fría, la DEA, los narcos colombianos, las FARC, la Iglesia, China, el tráfico de armas, la Cosa Nostra italiana… En un momento dado se dice: “en ausencia de Dios, solo queda la naturaleza”, y la naturaleza, señores, es truculenta y desconoce la moral. Cierto que “El poder del perro” falla en su final, que no está a la altura de la intensidad precedente, y a veces te pierdes en el exceso de personajes, pero el chile que te sirve no dejará de picar por ello durante muchos meses en tu garganta. Western, saga mafiosa, enciclopedia del narcotráfico, novela de frontera… “El poder del perro” es todo eso y más: una piscina de sangre, un chute de “barro mexicano”, un diálogo lleno de adrenalina a lo Michael Mann, una narcomansión con zoo incluido, una casa de putas con las hetairas más bellas del planeta… ¿Para cuándo una serie de la HBO con el pinche Shakespeare con sombrero vaquero, camisa color menta, botas de piel de avestruz y pistolas tuneadas por Versace?

2 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

"En ausencia de Dios solo queda la naturaleza".
Me gusta esa frase, porque a Dios nadie le ha visto jamás, pero la naturaleza es grandiosa y no puede dejar de admirarse alrededor. Al menos en el lugar donde yo vivo no. Es todo impresionante.

Intentaré buscar el libro y leerlo, aunque lo sangriento me horroriza.
Saludos

IGNACIO DEL VALLE dijo...

Un libro que explica el mundo en que vivimos, y lo hace bien.