Rolling the Empire: Californización

| miércoles, 31 de octubre de 2012 | 13:28

Paseando por las playas de Venice Beach, Marina del Rey, Malibú, Laguna Beach… comprendí muchas cosas. Entendí de dónde venía la pereza del Gran Lebowski, los sonidos tribales de The Doors, la atmósfera sofocante que te hace transpirar en las novelas de Chandler, James Frey o Ellroy. Por fin di con el significado de la estrofa de The Eagles, “you can check any time you like, but you can never leave“. Es un proceso de impregnación lento, mucho más que cualquier otro sitio que yo haya visitado, pero que paulatinamente te va encadenando, hasta que supongo que nunca más podrás salir de aquí. Es algo primitivo, es algo telúrico, y Homero, cuando creó la isla de Circe, debía estar intuyendo California. El tiempo sufre aquí una distorsión, y cuando te das cuenta, han pasado un par de horas con una cerveza en la mano y nada en la cabeza. Las puertas de la percepción están abiertas y al otro lado está el infinito. Es placentero, es peligroso. El sonido de mantra de la electricidad en los antiguos tendidos eléctricos que sobrevuelan las calles de asfalto cuarteado; los colibríes que flotan en su incesante búsqueda de calorías para mantener las 2000 pulsaciones por minuto de su corazón; las luces parpadeantes de los vuelos nocturnos, ubicuos, remedando los cielos de Blade Runner; los chiringuitos de marihuana medicinal, que suministran su dosis de olvido a los incesantes lotófagos…. Aquí hay brujería, y por eso imagino a los primeros españoles que pusieron pie en estas tierras persignándose entre el miedo y el placer, ante todo el abanico de tentaciones que se abría ante ellos. I,m the Lizard King, proclamaba Morrison, I can do anything. Anzuelo, fascinación, trampa, sugestión… todo te susurra que puedes abandonar la historia y dejarte llevar, siempre habrá un Rolling Wrap a mano, una puesta de sol con las tonalidades de un Tequila Sunrise, una adolescente dorada con la que pasar el resto de tu vida… Bienvenido, nos dice un misterioso anfitrión, bienvenido a California, aquí tendrás un montón de amigos, un eterno y dulce verano, una coartada para todo lo que te apetezca hacer. Esto puede ser el Cielo. Esto puede ser el Infierno.  





3 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

Esta mañana estuve viendo a una chica preparar los centros de flores frescas para el cementerio y me traje a casa la sensación de que se haga lo que se haga el final nos sorprenderá igual.
Quizá no sea mala idea sentarse en esa playa a ver pasar el tiempo, el cielo, el infierno; o la eternidad.
Saludos

Rodericus dijo...

¡¡ Vaya !!, me lo describes como al "Hotel California" de los "Eagles", un lugar donde es fácil entrar, pero imposible salir.

Te envidio.

Necesito una temporada en un sitio así, donde pueda pasar una temporada sin pensar demasiado. Metiendo mi alma en el dique seco, y mirando de deshacerme de toda la porquería incrustada y pegada a mi casco.

Y de paso, echar alguna mirada de reojo a algunas de esas bellezas rubias esculpidas por el bisturí en Venice Beach.

Tómate un buen bourbon por mí, que por aquí andamos con las castañas asadas, los "panellets" y el cava.

Un abrazo.

Sandra Sánchez dijo...

Me ha encantado esta entrada. Por unos momentos yo misma he experimentado esas sensaciones...lástima que sólo fuera por unos momentos...