Más allá, dragones

| domingo, 1 de octubre de 2017 | 10:12

Y de repente 94 nazis han entrado en el Bundestag. Los británicos, que llevaban décadas con una patita fuera, sacan las dos. Los húngaros sufren tics supremacistas. Una parte de Cataluña se quiere ir. Etcétera. ¿Tan corta es la memoria? No hace ni treinta años que en Yugoslavia se produjo una guerra con campos de concentración tras la atomización del país. El resultado fue la centrifugación en seis repúblicas soberanas cuyo peso específico internacional, a día de hoy, es que siguen jugando estupendamente al baloncesto. Si un estado nación como España se desintegra, el efecto dominó se llevará por delante una construcción tan frágil como es Europa, en cuyo seno se ha producido el mayor periodo de paz y bonanza de toda la historia. A lo mejor es que el estado narcótico que produce el bienestar incita a anhelar aventuras épicas, a cantar la Ilíada como se canta Els Segadors, olvidando que la verdadera gesta europea es haber logrado que haya Seguridad Social y que los supermercados estén llenos. Antes del interrail, y de las pensiones, y de los souvenirs, y de la exigencia de tus derechos y de los Ave y de los Juegos de Barcelona con la Caballé y Mercury dándolo todo, en Europa lo que había eran pestes y carnicerías -solamente en el siglo XVII hubo once conflictos diferentes que implicaron a la mayoría de los países-. Recuerdo un fragmento estremecedor de los diarios de Sebastian Haffner sobre la situación alemana en Weimar: “hubo un momento, que duró tres años, entre el 26 y el 29, que el país se estabilizó y los negocios funcionaban y hubo una razonable porción de calma y orden, incluso de aburrimiento. Todo el mundo hubiera podido ser feliz. Pero sucedió algo extraño, no se supo qué hacer con el regalo de poder disfrutar de una vida privada en relativa libertad, como si los alemanes no supieran cómo emplearla y necesitasen de emociones fuertes, de sensaciones intensas de amor y odio, de júbilo y tristeza, todo acompañado de pobreza, hambre, muerte, confusión, peligro…”. El resto se lo pueden imaginar. ¿Tan mal le ha ido a España en estas décadas? ¿Tan mal han vivido los catalanes en el seno de un estado nación imbricado con un ente supranacional que ejerce de blindaje contra amenazas externas e inestabilidades económicas? Desde luego, Europa no ha robado a España, y por supuesto ningún español ha robado ni un céntimo a los catalanes. Mi impresión es que no se ha sido capaz de conectar todos los factores antedichos en un mapa cristalino para que cada uno de los ciudadanos de este país tengan claro que, como decían los antiguos mapas acerca de las zonas peligrosas o inexploradas, a partir de aquí, dragones. 

1 comentarios:

Rodericus dijo...

Completamente de acuerdo en que a partir de hoy no nos queda mapa en que situar dónde estamos, y a donde nos dirigimos.

Mientras te escribo estas líneas, frente a mi casa hay un colegio electoral abierto y funcionando. Esto es Hospitalet del Llobregat, la segunda población en numero de habitantes de Cataluña, con una población que en su mayoria no tienen ocho apellidos catalanes. Proceden de la inmigración interior de este país hace cinco o seis décadas, y una minoría son inmigrantes internacionales de los últimos años. Catalanes "pata negra",pues, muy pocos.

Los que están votando, son pues de origen andaluz, extremeño, gallego o castellano, en primera o segunda generación

La afluencia al colegio está siendo masiva por parte de la población, ante la mirada atenta de los Mozos de Escuadra, que se abstienen de obstaculizar la votación.

Para mi, todo este asunto es un síntoma de la enfermedad que afecta al sistema político español, no tan solo a Cataluña.

Una buena parte del descontento que hay aquí, se debe al bloqueo e inoperancia del sistema político para dar soluciones a los problemas acumulados durante décadas, por no hablar de los nuevos. Apenas nadie se siente aquí identificado con una democracia que consiste en votar cada cuatro años a políticos, a los que una vez instalados en el poder es imposible controlar porque previamente han desactivado todos los contrapoderes que deberían fiscalizar su comportamiento.

Sencillamente es hartazgo de todo lo que representa un sistema caduco que necesita una revisión inmediata antes de que lleguemos al colapso total.

He visto desplazarse al colegio a ancianos que apenas pueden moverse, familias enteras, y a todo tipo de gente poco sospechosa de ser feroces y radicales nacionalistas.

Lo que está sucediendo hoy, deberia dar a pensar mucho sobre las causas reales de esta insurrección popular.

Porque en el fondo, la desesperación y la impotencia es lo que motiva a la gente a seguir a estos flautistas de Hamelin.

Algo huele a podrido, y no es en Dinamarca, el aroma procede de toda la piel de toro.

¿ Seguirán desde Madrid echándole la culpa de todo a la lluvia y al empedrado ?.

Hay miopías muy peligrosas.

Un abrazo.